Blanqueo a la cosntrucción
Noche de los Lápices
El que no quiera parecer un kanikama que se la rebusque; el que no quiera quedar como una milanesa, también. Pinamar no le escapa a las máximas de la Costa argentina y lo demuestran las docenas de personas que cada día se esconden del rayo del sol y la ola de calor bajo el muelle de cemento en la zona céntrica del partido.
Algunos pueden pagarse un cuatriciclo o una 4x4 para adentrarse en La Frontera, el sector más exclusivo de las playas de Pinamar, casi al límite con Costa Esmeralda, donde la ley es llevar un gazebo propio y hacer rancho aparte. Para el resto, queda esconderse en un médano, poner la sombrilla de paraviento o alquilar las tradicionales carpas.
Bueno, ahora tal vez, no. Hace años los paradores se renuevan para ofrecer alternativas más económicas, sustentables y lujosas que los tradicionales toldos de colores dispuestos en hileras, que interrumpen el paisaje de arena, cielo y mar. Hacia eso van también las regulaciones municipales en los últimos años, que lograron reducir la cantidad de superficie construida sobre el cordón playero, en Avenida del Mar.
Las demoliciones de 46 balnearios hechos de materiales pesados, como cemento y ladrillo, arrancaron a principios de 2016, a través de la implementación por parte del intendente Martín Yeza de la ordenanza 4.442 de 2014.
La medida obligó a elevar sobre pilotes los paradores, ahora de madera y materiales ecológicos, permitiendo que el viento y el mar circulen por debajo. El objetivo: que no pase como en otras ciudades en las que el oleaje y el viento se encuentran con un tope de material que hace que el mar se vaya comiendo la arena de las playas.
A eso se suma el paseo peatonal que el municipio sumó desde el verano de 2021. Arranca en el muelle y va hasta el centro -Av. Bunge y El Mar-. Está construido con materiales amigables para el médano y el mar. Así, la zona de estacionamiento se redujo y permite que los turistas puedan caminar a la vera de la costa, sin poner en riesgo el ecosistema natural de la zona.
Volviendo al sector privado, los empresarios de los balnearios no se quedaron atrás. Para atraer más turistas, no faltan las tradicionales clases de ejercicio físico que casi todos tienen, las sesiones de masajes (Rada Beach), los cortes de barba (Fausto, en Ufo Point), los after-beach (Boutique o Nissan, entre otros) o las sesiones de reflexología y nail art (Natura, en Salvador Gaviota). Pero hay un cambio de fisonomía más allá de todo eso.
Los nuevos sombrillones son para ocho personas, en vez de para cuatro, como las sombrillas tradicionales de lona. Incluyen reposeras de madera, sillas, mesa y la estrella del parador, los almohadones de casi un metro cuadrado. Rellenos de bolitas de telgopor y hechos de lona náutica impermeable blanca son los preferidos de los turistas que llegan a Rada Beach.
“Nos gusta ofrecer una opción distinta para que las familias estén a gusto en el parador. Los almohadones grandes fueron una idea que traje de unas vacaciones en las playas de Fiyi. Ahí obviamente la carpa no existe, porque no hay viento. Lo probé y dije ‘qué cómodo esto, lo tengo que tener en Rada’, cuenta a Clarín Walter Zenobi, uno de los socios propietarios del parador.
El sombrillón llegó luego como una idea para ofrecer a las familias más numerosas. Se alquila por el mismo precio que una carpa tradicional, $10.000 por día, pero tiene la ventaja de contar con un camastro de madera, más vistoso, con colchoneta blanca y la vista del mar sin interferencias. Desventaja: menos reparo para los días ventosos.
En el parador de Playa La Negra María, toda la apuesta busca despertar conciencia sobre la necesidad de proteger el medio ambiente. Directamente, no hay carpas y tampoco pueden tenerlas porque la habitación que tienen no es de balneario. Pero sí hay un conjunto de sombrillas de paja con la perla de un paraviento diseñado y fabricado artesanalmente por el propietario.
“No existen comercialmente, así que compré los caños, los doblé a mano con un ayudante y le pedí a una colaboradora que le diseñara la tela”, cuenta Marcelo Ferrante, el concesionario del parador. Y muestra la estructura en forma de medialuna, que no se levanta con el viento por su forma, aunque para más seguridad incluye unos bolsones para llenar de arena. Cada paraviento se alquila por $500.
En cada sombrilla ($ 3.500 por día las de paja versus $ 2.500 las tradicionales), hay además de las sillas y mesitas, unos ceniceros de playa para que nadie tire la ceniza a la arena. “Apuntamos fuerte a lo ecológico, que es lo que se viene”, dice Ferrante.
En el parador Ufo Point, los camastros ya son un clásico. Están desde la apertura del complejo y cada año son más: unos 16 esta temporada. Fáciles de adaptar tanto para tomar sol como para tomar un “cocktail de autor" con vista al mar, decenas de turistas los utilizan en la temporada. El alquiler es para seis personas y cuesta $7.000 por día, con una promo por tres días, en la que se regala el cuarto sin costo.
“Es como una cama turca de dos plazas y media, que es mucho mejor opción que la carpa porque tiene mayor visibilidad. También se relaciona más con la estética que le da identidad a Ufo”, cuenta a Clarín René Correa, administrador del parador estrella de la noche para los jóvenes, celebridades y políticos.
Un grupo de amigos posa para la foto sobre las colchonetas blancas. Una cortina a tono cubre las cabezas del sol, dejando pasar la brisa. Además del servicio de “carpas”, el alquiler incluye limonada y una bandeja de frutas para los clientes.
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Edición Nº: 9661, 16 de Septiembre de 2022
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